Los niños también necesitan privacidad, es un derecho que a los padres a veces se nos olvida respetar, pues los límites que se establecen entre lo familiar y lo personal, no siempre son claros en las familias.
Es comprensible que esto sea así, pues tú, como mamá, siempre estuviste con ellos desde el principio, los lavabas y alimentabas, y conoces hasta el último detalle de sus vidas. Pero las cosas cambian.
Cambios
Debes aceptar estos cambios y entender que los niños van a poner nuevas reglas sobre su intimidad. Al principio serán cosas simples como no entrar al baño mientras se ducha o cerrar la puerta mientras se cambia. Conforme vayan madurando, estas reglas o nuevos límites se volverán más complejos.
Desde el principio, hay que respetar estos límites, del mismo modo en que tú esperas que ellos respeten tu intimidad.
Un día sí, un día no
Los niños no tienen la madurez necesaria para asumir estos nuevos cambios, y es normal que si hoy no te deja entrar a su cuarto mientras se cambia de ropa, mañana no tenga inconveniente en hacerlo frente a ti.
Vergüenza excesiva
Poco a poco comienzan a sentir vergüenza de que sus padres los vean al cambiarse o bañarse. Casi siempre esta vergüenza es controlable, y si tienes una buena razón para ignorar los límites nuevos (como si sospechas que tu hijo está en peligro), no debería haber problema en hacerlo.
Pero debes tener cuidado cuando la vergüenza es excesiva, y tu hijo responde con enojos, berrinches, gritos o cualquier reacción fuera de lo común. Si esto ocurre, debes buscar las causas, pues podría ser síntoma de abuso sexual (dentro o fuera del hogar). Si sospechas que alguien pudo haber tocado sus partes íntimas o agredido al niño de cualquier forma, es urgente acudir con un experto.
Equilibrio
Es importante buscar un equilibrio entre la privacidad de los niños y la confianza que tienen con sus padres, para que sean capaces de contarte si algo les sucede.
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