Usar el juego en un contexto o con un propósito diferente al de la diversión del juego mismo, por ejemplo para aprender nuevas habilidades sociales o intelectuales, es una de las formas más efectivas para transmitir estos conocimientos a tus hijos.
Si lo piensas, el juego como estrategia de aprendizaje es algo que ya has hecho desde el principio, aunque no seas consciente de ello. Por ejemplo, cuando jugabas con tu bebé a que la cuchara de la comida era un avión y aterrizaba en su boca o el clásico juego de "está/no está", que le permitieron aprender la forma correcta de comer con cuchara y que las cosas no dejan de existir aunque no las pueda ver.
Convertir las labores y aprendizajes en una forma de juego, ayuda a que tus hijos reciban distintos beneficios, entre ellos:
- Tener una alimentación más saludable
- Aprender a asumir una responsabilidad mediante labores domésticas
- Adquirir buenos hábitos
- Evitar problemas de conducta
Todo es un juego
Todo se puede convertir en un juego. Lo importante es que encuentres una forma de hacerlo divertido. Por ejemplo, el baño puede convertirse en una exploración del mar, y recoger la habitación, en una competencia para ver quién termina antes o quién recoge más juguetes. Si les gustan los juegos de video como Tetris, pueden imaginar que el cajón de la ropa es un panel y las prendas, las distintas piezas, y hay que buscar cómo acomodarlas para que todas quepan.
Diviértete mucho mientras educas a tus hijos. Y si toda la familia forma parte del juego, será más emocionante.
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