Si los padres lo permitimos, los niños aprenderán a pedir todo lo que se les antoje, volviéndose más exigentes o dependientes cada día, y menos capaces de enfrentar la frustración cuando, por ejemplo, se les niegue algo o se les pida que hagan alguna tarea.
Necesitamos aprender a decir “no” desde que son pequeños. Si les damos todo y les permitimos todo, liberándolos de todas las responsabilidades, crecerán pensando que todo el mundo debe hacer lo mismo, desde sus abuelos y tíos, hasta los profesores del colegio y sus jefes en el trabajo.
Decirle “no” a un niño cuando sea necesario, hará que se dé cuenta de que la negativa es una situación normal, y no lo verá como algo malo. Se dará cuenta de que todo el mundo se enfrenta a la misma situación de vez en cuando y no es tan terrible.
Cierta cantidad de frustración les ayudará a ser seres autónomos y a desarrollar su individualidad. Aprenderán lo que es importante y lo que sólo es un capricho pasajero, logrando tomar mejores decisiones a lo largo de la vida, además de darse cuenta de que si no obtiene lo que desea de forma inmediata, él mismo puede esforzarse para obtenerlo. Esto lo hará menos dependiente.
Cuando le demos una negativa a los niños, es importante saber cómo justificarla. No sirve de nada sólo imponerla, pues esto conduce a la frustración, no a su desarrollo. Si los padres podemos explicar en términos sencillos por qué no puede o no debe hacer algo, o por qué no le hemos comprado lo que ha pedido, será menos propenso a tener una rabieta. No debemos prohibirles acciones que nosotros sí realizamos, como subir escaleras; en estos casos, es mejor enseñarles a hacerlo por ellos mismos, o a que pidan ayuda.
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