Eres mamá y tus hijos lo son todo para ti. O tu familia. Pero, ¿y tú? ¿Dónde quedas en todo esto?
La cultura nos ha enseñado a sentirnos egoístas y las peores personas del mundo cuando pensamos en nosotras mismas, aunque sea un poquito. ¡Pero eso es mentira! No trates de cumplir las expectativas que la sociedad, o tus padres, o quien sea te ha impuesto.
Tal vez ya te ha pasado que piensas en tu vida y te preguntas por qué estás haciendo lo que estás haciendo, si tú no querías ser así. Quizá te has alejado de la imagen que tenías de ti misma para este momento y no te reconoces. Pero no significa que todo esté perdido, todavía puedes cambiar tu vida.
Yo soy la última, yo la primera
El primer paso para el autocuidado es cambiar tu posición dentro de la familia, del último al primer lugar.
¿Eres la última que estrena ropa, y a veces ni siquiera lo hace cuando todos lo hacen? ¿Eres la que sirve los platos de todos y come al final? ¿Todos eligen qué ver en la televisión menos tú? ¿Te sientes culpable si te compras un postre para ti y no lo compartes, o tus hijos te piden de lo que estás comiendo?
Si esto es así, quiere decir que consideras que tu puesto en la familia es el del final. ¡Y eso es un error!
Ejemplos
- Si todos estrenan zapatos y ropa y ya no alcanza para ti, ¿sería tan grave que en vez de tantas cosas, sólo estrenaran una, y así todos alcancen algo?
- A la hora de comer, los niños mayores, los adolescentes y tu pareja, todos pueden servir sus propios platos, y también ellos pueden servir los platos de los más pequeños y hasta el tuyo, ¿por qué debes hacerlo tú, especialmente cuando ya cocinaste?
- Si hay un programa de televisión que te guste, o una película que quieras ver, avísales con tiempo que lo harás y en qué horario; así no se sorprenderán cuando tomes el control y le pongas a tu canal.
- Y si se te antoja un pastelito, no tienes por qué comerlo a escondidas ni apurarte a terminarlo antes de llegar a casa; tampoco debes sentirte culpable por tener algo para ti y no compartirlo. Diles a tus hijos que no es de buena educación pedir a los demás de lo que están comiendo, que siempre deben esperar a que les ofrezcan, y si no les ofrecen, tampoco pasa nada.
En la medida en que aceptes que te mereces las mismas cosas que todos, que tienes el mismo derecho a descansar y disfrutar de los pequeños (o grandes) placeres de la vida, comenzarás a ver cambios en tu vida y en la de tu familia.
¡Atrévete a cambiar!
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